miércoles, 17 de junio de 2009

tormentas y calmas

Comenzó la temporada de lluvias, la época más contrastante en el país de los contrastes. Tormenta y calma todos los días.

Entreteniéndome en las formas que las gotas dibujan al resbalar por el vidrio de la ventana, con el gris de fondo que opaca el verde, la cabeza encuentra oportunidad de perderse en una intensa paja mental destinada a no llegar nunca al orgasmo.

Llamo a una amiga que desde hace varios días se encuentra profundamente deprimida, en un acto de tácita complicidad que de alguna manera nos reconforte a ambos. Me reclama que ella no pidió vivir esta historia. Me dice que se siente incapaz de adecuarse a los vertiginosos cambios del mundo de hoy, que no puede manejar la explosión de información y desinformación a la que estamos expuestos día tras día.

Yo, tratando más de convencerme a mi mismo que a ella, le contesto que la virtud primigenia del ser humano, la más elemental, que nos hermana a todos los seres vivos de este planeta, es nuestra capacidad para adaptarnos al entorno. Que así son las cosas, que es así como funciona y que en vez de preguntarse porqué, lo más sano es vivir buscando el cómo.

Estando tan cerca del clímax mental, a punto de experimentar los estertores propios de tal estado, que finalmente conducen a ese momento de paz y relajación, de olvido, de elevación; me pierdo en otra pregunta que me aleja del objetivo final, pero no tanto que me deje caer en la flacidez que obliga a abandonar la faena: ¿Será que la “civilización” ha alterado de tal manera los procesos de la vida que esta virtud natural se encuentre superada por la celeridad del ritmo? Sin duda que, aún que no fuera así, cada vez la tarea de adaptarse se vuelve más compleja y más cansada.

Desde mi escritorio, casi involuntariamente, me entero de los grandes y pequeños problemas que sacuden al mundo entero, que si estos atacan a los otros, que murieron tantos, que si se cayó el avión, que el incendio, el terremoto, la crisis, el hambre, el dolor; que si abusó de su hija por 25 años, que los últimos escándalos de las estrellas...

Me arrepiento de aconsejarle a mi amiga que no es bueno ser tan fatalista y me inquieta pensar que vivir sea realmente el lento y doloroso suicidio de la esencia, que más que una oportunidad, sea un desafío obligado. Todo depende del lente con que se mire.

De pronto un trueno retumba y vuelvo en mí, ahí estoy parado frente a la ventana que separa a la tormenta de afuera de la de adentro, esperando, esperando, consolándome en la única certeza indiscutible: que tarde o temprano la calma tendrá que volver.

1 comentario:

Unknown dijo...

SOLO PUEDO AGREGAR ALCACHOFITA ADORADA QUE ERES UN GRAN SER HUMANO.
TE AMO!