martes, 21 de abril de 2009

crónica de un fracaso anunciado...

Hace más de un año tomé la brillante decisión de enganchar un apartamento... de esas ideas repentinas que tengo, que no tienen ni pies ni cabeza, pero no pueden esperar un segundo más para llevarse a cabo (creo en mi favor, que mi historia de nómada exigía de un espacio propio y seguro para echar ancla)... además de meterme en la deuda más grande que he tenido en la vida -que me ha generado un sentimiento permanente de angustia devastadora-, tuve que abandonar mi hermoso apartamento con paredes color verde limón y naranja atardecer. Desde el 1 de diciembre de 2007 hasta la fecha he vivido en cinco lugares diferentes (contando el actual); a veces de arrimado, un par de meses en el lugarcito este que compré y las demás rentando espacios en casas de amig@s y familiares.

Obviamente, como es característico en mí, la emoción inicial se convirtió en obsesión, así que me la pasé dibujando planos de lo que quería hacer ahí, los colores que iba a poner, el piso, esto, lo otro... me soñaba a mí mismo estando en el apartamento ya remodelado, viendo el atardecer en el ático (que tiene unos ventanales inmensos) o disfrutando de la terracita donde pondría una especie de jardincito con churrasquera y todo... y así, en medio de la emoción-obsesión, me seguí endeudando más y más.

Tanta fue mi alegría cuando me pasé al apartamentito, que decidí inaugurar este blog para documentar esa nueva etapa... le puse sexta-avenida por ser el nuevo escenario de mi vida, donde pasaba de todo y me podía relacionar con todo tipo de gente (se refleja dicha emoción en el primer post). No me importó el hecho de no tener luz y por tanto de tener que bañarme con agua fría todos los días, ni tampoco de vivir en medio de la construcción, o de estar solo en el último piso del edificio donde los novios subían a hacer lo suyo y los distinguidos vecinos a consumir alcohol y demás sustancias psicotrópicas.

Al poco tiempo comenzó la temporada de lluvias y descubrí que además de todas las remodelaciones que había que hacer, también tenía que arreglar el techo, porque el agua se metía por todos lados (lo cual también está debidamente documentado en días de lluvia). Con total entrega y fervor religioso, asumí la tarea de llegar todos los días a escurrir toallas empapadas de agua amarillenta que venía del techo y vaciar cubetas, como parte del sacrificio que implicaba ser el digno propietario de tan lindo apartamento.

Y bueno, fue hasta que empecé a escuchar y percibir comportamientos extraños, como cuando apareció una mancha de sangre en la puerta del elevador en mi piso, que comencé a tener episodios de angustia y ansiedad, y un miedo al exterior tal que no quería ni salir en las mañanas para ir al trabajo. La gente del edificio, que al principio me parecía tan auténtica y verdadera, y de gran riqueza para mi formación antropológica, me comenzó a parecer hostil e incluso peligrosa. El acabose fue cuando un día llegaron de la empresa eléctrica a cortar el contador central de luz del edificio, y con ello se suspendió el servicio de elevador y las bombas de agua. Fue así que a mis labores de sacrificio se sumó bajar todos los días al primer piso a traer agua de la cisterna y volver a subir al octavo cargando las cubetas llenas (que todos sabemos cuanto pesan) para poder bañarme a "güacalazos", llenar el depósito del trono y guardar otro poco para los platos... eran por lo menos dos viajes...

De los problemas legales que traía el apartamento, como la hipoteca que pesaba sobre él, de la cual yo me tuve que hacer responsable comprando más de lo que tenía pensado (y por lo tanto agrandando la deuda), y de la estafada que me metió el tipo que me vendió NI SIQUIERA VOY A HABLAR!, porque no quiero quejarme también de que en el mundo de hoy, y particularmente en este país, ya no se puede confiar en nadie al hacer este tipo de transacciones, y porque por mi formación de abogado, es un poco vergonzoso que no haya sido un poco más precavido en esos asuntos.

Tomar la decisión de salirme de ahí era cuestión de tiempo, y ya cuando debido a la humedad provocada por las goteras (si es que se le puede llamar así al diluvio interno que había en ese lugar), el piso de madera tipo parqué que puse con tanta emoción en mi cuarto comenzó a levantarse y despegarse, la decisión fue tomada!

Hoy en día alquilo el cuartito de servicio de un apartamento a unas cuadras del mío, con baño privado... no obstante el apartamento tiene un calentador de agua central, el único lugar al que no llega el agua caliente (que dicho sea de paso, es el más cercano al calentador), es mi baño... además de eso, es el único cuarto que no tiene tomacorrientes para conectar aparatos eléctricos (lo comento nada más para evidenciar la hijaeputez prevaleciente en algunos círculos clasemedieros para arriba de nuestro país, que siguen pensando en el servicio doméstico y clases bajas en general como personas de segunda)... pero con todo y todo he logrado hacer del cuartito un lugar bastante cómodo y acogedor... además de que mis co-habitantes son bastante llevaderas (una de ellas, mi hermana).

Mientras tanto, gran parte de mi sueldo mensual se va en pagar los intereses del préstamo que hice para comprar el apartamento de la sexta y en el mantenimiento de los servicios que no utilizo ni puedo utilizar (porque dadas las deudas con la empresa eléctrica y de agua, el edificio no los provee)... el lugar lleva ya algunos meses abandonado porque por lo mismo de los pagos no he tenido dinero para hacer las remodelaciones necesarias para regresar. Todo este tiempo he estado en la indecisión de venderlo o seguir viviendo en déficit... todavía hay noches, mientras duermo en mi acogedor cuarto de servicio, que me sueño viendo el atardecer desde el ático o en la terraza, en compañía de mis querid@s, compartiendo un delicioso churrasquito.

martes, 14 de abril de 2009

el guerrero

Me han condenado a la Plenitud...
si la vida se trata de buscar y luchar,
ya nunca podré vivir a medias.
¡Hoy ha muerto el semihumano!