viernes, 9 de abril de 2010

héroes anónimos

Ayer tuve una de esas experiencias que le dan calorcito al alma. Tomé una camioneta de la Avenida Reforma al centro, justo a la hora en que todo el mundo sale del trabajo. Como era de esperarse, venía a reventar.

A mí me tocó parado enfrente de un señor que estaba sentado con su hijo de unos 9 años. Desde que los vi me dieron muy buena onda, venían como dos amigos platicando cada uno de los pormenores de su día. El papá con su traje de oficina del lado de la ventana, y el niño con uniforme de futbol en el pasillo.

En una de esas se subió un señor como de 70 años, indígena. En la postura y la forma de andar se le notaba el cansancio acumulado. La mirada reflejaba muchas jornadas de trabajo arduo y al mismo tiempo se sentía muy dulce.

Caminó hasta la mitad del bus y nadie le había ofrecido asiento. Yo empecé con el conflicto mental de atreverme esta vez a exigir que alguien lo hiciera. En esas estaba, cuando el señor enfrente de mí le dice a su pequeño futbolista – dame permiso m´ijo, que a la gente mayor hay que darle el asiento – y se paró, cediéndole su lugar al anciano.

La cara de su hijo cuando se volteó a verlo es imposible de describir, la enorme sonrisa, el brillo en los ojos. Parecía que iba a explotar de tanto orgullo. Sin dejar de verlo a la cara, estiró la mano para alcanzar su portafolio y llevarlo en sus piernas para ayudarlo. Después volteó a ver al resto de pasajeros, como indagando si se habían dado cuenta de lo que su papá acababa de hacer.

Bueno, lo pienso y me dan ganas de llorar otra vez. Es increíble lo que una sola escena, lo que un solo gesto puede desencadenar. Ni él, ni el niño, tendrán idea de la manera en que me tocaron el corazón.

Que diferente sería si este tipo de acciones dominaran los titulares de la prensa, que además son tan comunes y cotidianas, bastante más que toda la mierda de la que tenemos que estar al tanto en todo momento. Cómo cambiaría la percepción que tenemos del mundo en que vivimos, cómo lo transformaría.

Pero tristemente, yo ya no sé si por estrategia o por puro morbo, lo que se fomenta desde todos los ángulos es el miedo, la frustración, la impotencia. Mientras tanto, estos héroes del día a día, que con el ejemplo levantan olas de amor, seguirán viviendo en el anonimato. Siempre al margen de las grandes noticias (que en comparación, no son nada).

Salud por ellas y ellos, que sus acciones son los latidos de ese corazón universal que hace que la cosa siga caminando. Que forman a futuros seres humanos empáticos, solidarios, amorosos, que seguirán dándole respiro a este nuestro mundo!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

encantada, conmovida.. esa es la maravilla de subirse a las camionetas, la maravilla de verlo y de contarlo..

La miche dijo...

A veces no importa tanto que se mantengan en anonimato los heroes del amor... el punto es que todos nos volvamos esa tipo de persona que no piensa solamente en uno mismo...
tu articulito me dio ganas de llorar a mi tambien
:D
te felicito