miércoles, 24 de junio de 2009
Que su carrito nunca regrese...
miércoles, 17 de junio de 2009
tormentas y calmas
Comenzó la temporada de lluvias, la época más contrastante en el país de los contrastes. Tormenta y calma todos los días.
Entreteniéndome en las formas que las gotas dibujan al resbalar por el vidrio de la ventana, con el gris de fondo que opaca el verde, la cabeza encuentra oportunidad de perderse en una intensa paja mental destinada a no llegar nunca al orgasmo.
Llamo a una amiga que desde hace varios días se encuentra profundamente deprimida, en un acto de tácita complicidad que de alguna manera nos reconforte a ambos. Me reclama que ella no pidió vivir esta historia. Me dice que se siente incapaz de adecuarse a los vertiginosos cambios del mundo de hoy, que no puede manejar la explosión de información y desinformación a la que estamos expuestos día tras día.
Yo, tratando más de convencerme a mi mismo que a ella, le contesto que la virtud primigenia del ser humano, la más elemental, que nos hermana a todos los seres vivos de este planeta, es nuestra capacidad para adaptarnos al entorno. Que así son las cosas, que es así como funciona y que en vez de preguntarse porqué, lo más sano es vivir buscando el cómo.
Estando tan cerca del clímax mental, a punto de experimentar los estertores propios de tal estado, que finalmente conducen a ese momento de paz y relajación, de olvido, de elevación; me pierdo en otra pregunta que me aleja del objetivo final, pero no tanto que me deje caer en la flacidez que obliga a abandonar la faena: ¿Será que la “civilización” ha alterado de tal manera los procesos de la vida que esta virtud natural se encuentre superada por la celeridad del ritmo? Sin duda que, aún que no fuera así, cada vez la tarea de adaptarse se vuelve más compleja y más cansada.
Desde mi escritorio, casi involuntariamente, me entero de los grandes y pequeños problemas que sacuden al mundo entero, que si estos atacan a los otros, que murieron tantos, que si se cayó el avión, que el incendio, el terremoto, la crisis, el hambre, el dolor; que si abusó de su hija por 25 años, que los últimos escándalos de las estrellas...
Me arrepiento de aconsejarle a mi amiga que no es bueno ser tan fatalista y me inquieta pensar que vivir sea realmente el lento y doloroso suicidio de la esencia, que más que una oportunidad, sea un desafío obligado. Todo depende del lente con que se mire.
De pronto un trueno retumba y vuelvo en mí, ahí estoy parado frente a la ventana que separa a la tormenta de afuera de la de adentro, esperando, esperando, consolándome en la única certeza indiscutible: que tarde o temprano la calma tendrá que volver.
lunes, 8 de junio de 2009
Erick "el poli"
He de confesar que nunca me ha caído muy bien, es medio mal encarado y siempre quiere cobrar Q. 10 y de entrada... de esa gente que puedes haber visto por lo menos unas tres veces a la semana a lo largo de 10 años y sigue haciendo como que ni te conoce, no devuelve el saludo y así. Ahora, con el auge que ha adquirido ese lugar, y la presencia de varios nuevos cuidadores (que a los conocidos nos saludan y nos cobran Q. 5 al salir), su ámbito de acción se ha ido reduciendo a una media cuadra, así que casi ni lo veo...
Pero ese día, al verlo pasar a toda prisa, con ese aire de circunspecto, acomodándose su chaleco anaranjado fluorescente de reciente adquisición, como a quién el tiempo agarró y teme que sin su trabajo el caos amenace con destruir aquello por él conocido, que siente tan suyo, a lo que durante años ha dedicado su tiempo y energía... no sé, sentí cierta simpatía.
Me quedé con un montón de preguntas dando vueltas, como ¿dónde vivirá? ¿tendrá familia? ¿y cómo es él? ¿a qué dedica el tiempo libre?... también me sentí un poco ridículo de recaer a cada tanto en la crisis existencial-laboral de no saber si soy feliz con lo que estoy haciendo en la vida, cuando hay tanta gente que pasa años haciendo lo mismo, cosas aparentemente pequeñas (seguro que no para ellos), pero con una devoción!!! claro... ahí está el detalle.
No sé, por primera vez, viéndolo fuera de contexto -aunque siempre con su uniforme-, se me ocurrió pensar más en Erick y no tanto en "el poli"... todo un misterio. Lo cierto es que si algún día deja de llegar, y deja de no saludar, y de cobrar Q. 10 desde que uno se parquea, más de alguien -y con seguridad yo- sentirá esa ausencia en las banquetas del pasaje y como pasa tanto en la vida, casi sin darnos cuenta, un círculo más se habrá cerrado.